Hoy ha pasado la teología de la imitación. Es imposible imitar y llegar a ser como… Pero siempre es posible tener los mismos sentimientos, actitudes y comportamientos que tenía Jesús y que tenía nuestra Madre, María. Las Constituciones dicen que nosotras, hermanas mercedarias
CONTEMPLAMOS a María como:
- Modelo de consagración al Padre
- como discípula en el seguimiento del Hijo
- y en docilidad al Espíritu
Y al amarla y contemplarla se nos dice que NUESTRA RELACIÓN FILIAL CON ELLA es camino de compromiso en fidelidad a nuestra vocación (cf. Const. 9)
Por tanto, nuestro amor a María, si es verdadero, tiene que comprometer diariamente
- nuestra consagración al Padre
- nuestro discipulado, vivido en esencialidad
- y la docilidad que tenemos que tener al Espíritu en todos los momentos de la vida.
- Y además, nuestra relación con ella, compromete cotidianamente nuestra fidelidad a la vocación recibida.
Por tanto, no se trata solo de rezar a María, de invocarla, que es muy importante. De ponerle flores -cuánto más la adornemos, mejor-. Se trata de un compromiso serio de ser como Ella un constante sí a Dios, de seguir a Jesús con la esencialidad que pide nuestra vocación y de estar disponibles a todo lo que el Espíritu suscite en nuestro corazón como respuesta fiel a la vocación.
Mirar a María supone en nosotras que tenemos que ser:
- mujeres auténticas, viviendo en la sencillez del pueblo y con el pueblo, siempre disponibles y atentas a las necesidades de los demás, siempre en salida para ayudar a los necesitados y entregarles a Jesús, como Ella hizo con Isabel
- discípulas comprometidas con el Evangelio y con su difusión, derramando frutos de redención siempre y en todo momento, acompañando al Hijo y entregando la vida por los crucificados de la tierra
- mercedarias dóciles a lo que el Espíritu nos vaya inspirando para hacer realidad el sueño de Dios en el mundo a través del carisma, comprometidas con el camino del Fundador y saliendo a las fronteras del mundo para la liberación de los pobres y la construcción de la fraternidad universal.
Oremos a María los día de sábado, pero comprometiendo nuestra vida y vocación.